Murió el Papa Juan Pablo I
- Verónica Romano Maceda
- 25 sept 2016
- 2 Min. de lectura

Yo estaba muy tranquila en mi cuarto de hotel Cesar Palace de Sao Paulo en Brasil cuando de repente alguien, no me pregunten quien porque ya no lo recuerdo, deslizo por debajo de la puerta de mi cuarto un ejemplar del matutino local con un titular a ocho columnas “Murió el Papa”. Indignado, llamé por teléfono al capitán de botones y le mencione que era un escándalo que un hotel de cinco estrellas no estuviera actualizado, debido a que me habían mandado el periódico del mes pasado. A lo que él susodicho me respondió: -¡El señor me perdone pero es que el Papa se murió otra vez!- Con lo cual me sorprendí demasiado.
Inmediatamente intente contactarme con mi editor para confirmar esta noticia tan grande y saber si podría cubrir los acontecimientos que rodeaban la extraña muerte de Juan Pablo I pero me avisaron que ya se estaban encargando de aquel asunto y que yo debía terminar mis asuntos de suma importancia en Sao Paulo. Me resigne a cubrir esa noticia, siendo informado acerca de esta polémica noticia a través de la radio y los periódicos. De hecho yo había ido a Sao Paulo aquella primavera para pedirle ayuda al cardenal Paulo Evaristo Arns en una gestión relacionada con los desaparecidos de la Argentina. La muerte de Juan Pablo I estuvo a punto de estropear el encuentro, pues el cardenal Arns tuvo que improvisar la vuelta a Roma aquel mismo día para la nueva elección.
Mientras íbamos en un toyota corolla de color blanco y negro, hacia el aeropuerto el cardenal muy amablemente me pidió que fuera con él para hablar del asunto con el Papa, a lo que yo con una mirada desconcertada me lo quedé viendo y dije que no había Papa, a lo que este con una sonrisa triunfante contestó: -La semana entrante lo habrá y cualquiera que sea el elegido será muy sensible al dolor de América Latina- en este preciso momento llegamos al aeropuerto, el cardenal muy veloz salió del taxi, dio gracias al chofer, se despidió de mí y se metió como rayo al aeropuerto. Por mi parte, baje del coche, entre al aeropuerto, me senté en la sala de espera viendo como salían y entraban diferentes personas originarias de ese país y otras muchas de otros lugares.
*Nota complementaria
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